Casucas Jícaras Tristes | Alfredo Espino Poemas

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Presentación de Poemario: Casucas Jícaras Tristes de Alfredo Espino.

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¡Hola, amiguitos! Disfruten del poemario CASUCAS que pertenece al libro de poesía de Alfredo Espino Jícaras Tristes.

La obra poética de nuestro insigne poeta Alfredo Espino, está compuesta por 24 poemas: Cantemos lo nuestro, Ascensión, Vientos de octubre, Esta era un ala, Balsa de flores, Un rancho y un lucero, El nido, La mataron un día, Allá, Los ojos de los bueyes, Huertos nativos, La tarde en el pueblo, Los ojos de la criolla, Aires poblanos, El salto, Plombagina, Luna en el rancho, Al entreabrirse la flor del coyol, El retorno, Ropa blanca, Árbol de fuego, A un volcán de mi tierruca, Madrugada, La cruz.

Toda la Obra Poética del Libro JÍCARAS TRISTES la pueden disfrutar en mi Canal de Youtube: Valentina Zoe Tv.

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CANTEMOS LO NUESTRO

[Poema Completo]

¡Qué encanto el de la vida, silos natales vientos
en sus ligeras alas traen ecos perdidos
de músicas de arroyos y música de nidos,
como mansos preludios de blandos instrumentos!

¡Qué encanto el de la vida, si al amor del bohío,
y entre un intenso aroma de lirios y albahacas,
miramos los corrales donde mugen las vacas
y oímos las estrofas del murmurante río!..

El terruño es la fuente de las inspiraciones:
¡A qué buscar la dicha por suelos extranjeros,
si tenemos diciembres cuajados de luceros,
si tenemos octubres preñados de ilusiones!

No del Pagano Monte la musa inspiradora
desciende a las estancias de pálidos poetas:
en nuestra musa autóctona que habita en las glorietas
de púrpura y de nácar, donde muere la aurora.

Es nuestra indiana musa que, desde su cabaña,
desciende coronada de plumas de quetzales
a inspirarnos sencillos y tiernos madrigales,
olorosos a selva y a flores de montaña.

Vamos, pues, a soñar bajo tibios aleros
de naranjos en flor.., cabe los manantiales:
octubre nos regala sus rosas y vesperales;
diciembre las miríadas de todos sus luceros.

Alfredo Espino.

ASCENSION

[Poema Completo]

¡Dos alas!… ¡Quién tuviera dos alas para el vuelo!…
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido.
¡Desde aquí veo el mar, tan azul, tan dormido,
que si no hiera un mar, bien sería otro cielo!…

Cumbres, divinas cumbres, excelsos miradores…
¡Qué pequeños los hombres! No llegan los rumores
de allá abajo, del cieno; ni el grito horripilante
con que aúlla el deseo, ni el clamor desbordante
de las malas pasiones… Lo rastrero no sube:
esta cumbre es el reino del pájaro y la nube…

Aquí he visto una cosa muy más dulce y extraña,
como es la de haber visto llorando una montaña…
el agua brota lenta, y en su remanso brilla
la luz; un ternerito viene, y luego se arrodilla
al borde del estanque, y al doblar la testuz,
por beber agua limpia, bebe agua y bebe luz …

Y luego se oye un ruido por lomas y floresta,
como si una tormenta rodara por la cuesta:
animales que vienen con una fiebre extraña
a beberse las lágrimas que llora la montaña.

Va llegando la noche. Ya no se mira el mar.
Y qué asco y qué tristeza comenzar a bajar…
(¡Quién tuviera dos alas, dos alas para un vuelo!
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido,
con el loco deseo de haberlas extendido
sobre aquel mar dormido que parecía un cielo!)

Un río entre verdores se pierde a mis espaldas,
como un hilo de plata que enhebrara esmeraldas…

Alfredo Espino.

VIENTOS DE OCTUBRE

[Poema Completo]

(A la luz del fogón)

¡Quizás ya no venga! ¿No s’hia dado cuenta
de que están soplando los vientos de octubre
y que el barrilete vuela, y ya no cubre
como antes al cerro, nube de tormenta?
Hoy s’iajusta el año y él me dijo: “Anita,
entre algunos días regreso por vos”;
pero no lo quiso quizá tata Dios
¿Verdá, madrecita?

Cuando veyo el rancho de paja, el ranchito
q’él estaba haciendo pegado a la güerta,
y veyo tan sola y cerrada la puerta
y yeno de montes aquel caminito,
siento que me muerde, aquí dentro, un dolor,
y que l’alegría también se me ha ido,
y me siento agora, lo mesmo que un nido
que no tiene pájaros, ni tiene calor…

Naide me lo ha dicho, pero es la verdá.
En la madrugada tuve un mal agüero:
se estaba apagando, mamita, el lucero
detrás de aquel cerro que se mira allá,
y asina s’iapaga también lo que quiero…

No tengo ni ganas de mirar p’ajuera.
¿Qué l’hiace que vengan, que vengan los vientos
si a mis sufrimientos
nada güeno traen de lo que quisiera?
Ciérreme la puerta. Siento que me cubre
un frío las manos, Dios sabe qué tienen…
¿Qué no s’hia fijado lo tristes que vienen
agora los vientos,
los vientos de otubre?

Alfredo Espino.

ESTA ERA UN ALA

[Poema Completo]

Siempre remuneraba mi visita
con el oro de un cuento encantador;
la candidez vivía en la ancianita
como el agua del cielo en una flor…

Adoraba los niños y lo azul;
siempre andaba vestida de candor,
y olía a albahaca y alcanfor
la ropa que guardaba en el baúl…

Qué tempraneras ella y las palomas:
a causa de que el patio se cubría
de flores, casi siempre amanecía
bajo los árboles, barriendo aromas…

Y en la noche, a la luz del lampadario,
rezaba con tan honda devoción,
que la luna asomándose al balcón,
la hallaba con el alma en el breviario.

Una noche de tantas… ¡ay! mi amiga
ya no volvió a asomarse al corredor.
“Está mala”, dijeron: “un dolor,
un cansancio, un silencio, una fatiga”…

Llegó el doctor, se puso a recetar
murmurando en voz baja: “está muy mala”…
Y supe el cuento triste: esta era un ala,
cansada de volar…

¿Y se fue? Como todo; cuatro cirios
llenaban el cuadrito de tristeza.
¡Cómo se confundía con los lirios
aquel santo blancor de su cabeza!

Alfredo Espino.

BALSA DE FLORES

[Poema Completo]

Aquel caserío tenía un modo
de ser, especial:
el aire más fresco, más limpio, y todo,
¡todo era un paisaje pintado en cristal!

Por lo suave y dulce, por lo plañidera,
la voz de las aves casi era un suspiro…
Y era azul la sierra, la sierra lejana, cual si uno la viera
Detrás de un zafiro…

Para la tristeza de aquellos senderos
tenían las flores perfumadas frases;
y en los tamarindos, con los clarineros,
gemían zenzontles, lloraban torcaces…

Los ranchos de tejas por el sol doradas,
agrestes surgían entre el rumoroso verdor de las cañas,
y los limoneros dábanle sus sombras aterciopeladas
al balcón abierto frente a las montañas.

Y tú eras la esquiva, morena poblana;
y yo era el viajero lleno de ilusión;
y cuando asomabas ¡qué linda se hacía la alegre mañana
como si brotaran rosas del balcón!…

Y balsa de flores fueron tus amores,
morena, poblana, miel de los cañales…
Y mi amor fue el agua que lloró raudales
para que flotara la balsa de flores…

Alfredo Espino.

UN RANCHO Y UN LUCERO

[Poema Completo]

Un día —primero Dios!—
has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Qué más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor…

Y entre aroma de saúcos,
un zenzontle que cantara
y una poza que copiara
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos…

Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría…

Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un “te quiero”
y huele a sendas en flor…

Alfredo Espino.

EL NIDO

[Poema Completo]

Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,

en el hueco de un árbol, su nido matinal,

que el árbol amanece con música en el pecho,

como que si tuviera corazón musical.

 

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,

para beber rocío, para beber aroma,

el árbol de la sierra me da la sensación

de que se le ha salido, cantando, el corazón.

Alfredo Espino.

LA MATARON UN DÍA 

[Poema Completo]

“La mataron un día que se jue a traer l’agua.. ¡Un hilito de sangre le manchaba la nagua!”

Ya no vendrá la moza de ojos madrugadores. Solamente cantando de un maizal de las lomas a mojarse las alas vino un par de palomas, de esas que a veces bajan a los patios con flores,..

Inquietaron la poza. Marcháronse juntitas. Sólo se oyen rumores de la finca cercana. Unas ramas se mueven, turbando la mañana y en lenta lluvia caen flores y hojas marchitas.

Poza de aguas celestes: los besos montañeros han desnudado ramas para tejer tus velos; eres azul y honda de tanto mirar cielos, y eres trémula y clara de tanto ver luceros.

Muchacha de ojos negros como dos “clarineros”, desde que te llevaron, pálida, entre una caja, ya a la poza con flores tu mamita no baja. se acuerda de tus ojos cuando ve los luceros parpadeando en la poza llena de aguas claritas.

Ya el cántaro no baja, se secan los bejucos en tu rancho de paja. Cada día amanecen unas flores marchitas…

Alfredo Espino.

ALLÁ…

[Poema Completo]

Lucita, ¡ qué pena
me da ver, envueltos en tímidos lampos
de luna, tus campos,
tu tierra morena;
la loma que se alza
con los capulines por que suspirabas,
y aquellos caminos por donde pasabas
bañada y descalza!
¡ Qué pena tan triste!
Tu campo está en sombras, pues tú eras la luz;
y en el camposanto, luego que te fuiste,
han puesto otra cruz…
Un día dijeron que estabas perdida,
y a tu propia vieja la hirieron abrojos;
y cuando el verano desnudaba huertos
a tu madrecita la hallaron dormida,
pero con los ojos
abiertos…
Tú no comprendías, que era la ciudad
fuego que consume con sus luces malas,
y que a las Lucitas les quema las alas
de la ingenuidad…

Alfredo Espino.

LOS OJOS DE LOS BUEYES

[Poema Completo]

¡Los he visto tan tristes, que me cuesta pensar
cómo siendo tan tristes, nunca puedan llorar!…

Y siempre son así: ya sea que la tarde
los bese con sus besos de suaves arreboles,
o que la noche clara los mire con sus soles,
o que la fronda alegre con su sombra los guarde…

Ya ascendiendo la cuesta que lleva al caserío,
entre glaucas hileras de cafetos en flor…
o mirando las aguas de algún murmurador
arroyuelo que corre bajo un bosque sombrío…

¿Qué tendrán esos ojos que siempre están soñando
y siempre están abiertos?…
¡Siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos,
cual si siempre estuviesen en silencio implorando!

Una vez, en la senda de una gruta florida
yo vi un buey solitario que miraba los suelos
con insistencia larga, como si en sus anhelos
fuera buscando, ansioso, la libertad perdida…

Y otra vez bajo un árbol y junto a la carreta
cargada de manojos, y más tarde en la hondura
de una limpia quebrada, y en la inmensa llanura,
y a la luz de un ocaso de púrpura y violeta…

¡Siempre tristes y vagos los ojos de esos reyes
que ahora son esclavos! Yo no puedo pensar
cómo, siendo tan tristes, nunca puedan llorar
los ojos de los bueyes…

Alfredo Espino.

HUERTOS NATIVOS

[Poema Completo]

Bajo toldos de rubios naranjales
serpentea el camino polvoriento
todo lleno de aromas y de viento,
lleno de músicas primaverales.

A las primeras luces matinales
pasa el ganado con su paso lento…
y va el gañán detrás, sucio y mugriento
cabalgando en su potro a los corrales.

Junto a la vieja puerta la ubre ordeña
y la leche, aromada, y espumante,
burbujea en la jarra rebosante.
Y el sol, a su caricia lugareña
enciende el naranjal, fresco y sonoro
cual si puñadas le arrojase, de oro…

De entre el verde follaje, la cabaña
destaca el techo rústico, pajizo.
A un lado está el bambú de áureo carrizo
crujiendo entre el verdor de la maraña.

Mece a lo lejos la flexible caña
su alto penacho, por el viento rizo
y al ondular, su cálamo macizo
alza el rumor de una canción extraña.

Entre belleza tanta no hay, empero,
una que al alma inspire más dulzura
que aquella lejanía de esmeralda,
recamada de virgen espesura…
surge de ahí una loma y en su falda
ondea su abanico un cocotero…

Alfredo Espino.

LA TARDE EN EL PUEBLO

[Poema Completo]

Esta tarde de enero no tiene la pureza
de aquella tarde muerta que ya echaste al olvido;
sobre la misma hierba, cansada, se ha tendido,
y enferma de recuerdos, la hermanita tristeza…

Sin embargo es la misma transparente belleza…
El viejo campanario, y el paredón florido,
y el amate a la vera de la senda erigido
con los brazos abiertos a la humilde pobreza.

De las casas hincadas bajo de la arboleda,
la tarde está agitando sus pañuelos de seda,
y la vida en el pueblo pisa alfombras de calma.

…Y yo no quiero nada: me dejo de ser mío,
porque sobre el camino —largo como un hastío—
persiguiendo tu sombra se va toda mi alma…

 

Alfredo Espino.

LOS OJOS DE LA CRIOLLA

[Poema Completo]

Unas veces es clara, y otras veces trigueña
cual la tierra quemada por el fuego del sol…
La criolla que en los labios lleva un tenue arrebol
y en los ojos oscuros lleva un alma que sueña…

Cuando lloran las cuerdas de una triste guitarra,
se le tiñen los ojos de un color de ilusión
y del cálido pecho se le va el corazón,
cuando lloran las cuerdas de una triste guitarra…

En las pálidas horas de las noches de luna,
bajo el toldo discreto del amate sombrío,
le reflejan los ojos cual las ondas de un río
en las pálidas horas de las noches de luna…

Cuando va los domingos a la iglesia cercana,
con sus ojos oscuros de color de aceituna,
los piropos la siguen y el amor la importuna,
cuando va los domingos a la iglesia cercana…

Cuando lloran las cuerdas de una dulce guitarra,
en las pálidas horas de las noches de luna,
se entristecen sus ojos de color de aceituna,
cuando lloran las cuerdas de una dulce guitarra.

Alfredo Espino.

AIRES POBLANOS

[Poema Completo]

Yo no sé qué gracias sugestionadoras tienen estos pueblos de casitas blancas, llenos de arboledas, llenos de barrancas y muchachas frescas y madrugadoras.

Quietos pueblecitos, donde la campana de la vieja iglesia canta de alegría cuando tras las cumbres de la serranía, llena de rubores ríe la mañana…

Yo no sé qué gracias llenas de candores tienen estos pueblos plácidos y quietos donde las abuelas duermen a sus nietos dentro las hamacas de los corredores…

Dulces pueblecitos donde las cigarras cantan en los claros días abrileños, mientras a la lumbre de amorosos leños, ritman sus tonadas trémulas guitarras.

Plácidos rincones donde la existencia corre mansamente, como un agua pura; donde hasta los vientos, plenos de frescura, llevan en sus alas notas de inocencia…

Yo no sé qué encantos sugestionadores tienen estos pueblos, blandos como un nido donde el dulce olvido, donde el dulce olvido, pone un manto rosa sobre los dolores…

Alfredo Espino.

EL SALTO

[Poema Completo]

Escena regional; urente sol de estío;
una grácil parásita cuelga su escalinata
de alas de mariposa, pájaros de escarlata,
en la florida torre del conacaste umbrío.

Tal es el escenario por el que corre el río;
el río que arboledas, cielo y frondas retrata
y que fulgura, a veces, como un listón de plata
que estuviera bordado con perlas de rocío…

Y el río va cantando con un cantar que encanta:
mas al llegar al borde del abismo, no canta,
sino que imita el sordo clamor de la tormenta.

Y en su cristal, entonces, tiemblan diademas de oro,
y al despeñar —gritando— su vértigo sonoro,
un huracán de espumas a sus plantas revienta.

Alfredo Espino.

PLOMBAGINA

[Poema Completo]

Claroscuro, ¡canta el río!
¿Cómo viene tan jugando?
¡Y las hojas con rocío
son ojos verdes llorando!

¡Qué de músicas celestes
se escuchan en estos lares;
murmurios de platanares
y de palomas agrestes!

Entre las monteses galas
cada cosa es una lira:
¡la tórtola que suspira
es un madrigal con alas!

Alfredo Espino.

LUNA EN EL RANCHO

[Poema Completo]

Vagar, soñando versos, en silentes caminos,
con la dorada lluvia del sol sobre tu frente;
y en un tronco sentados, mirarme largamente
en las dormidas aguas de tus ojos hialinos…

“Y qué linda”, dijeran al verte, campesinos
de esos que con sus vacas van buscando una fuente,
y yo: “Sus ojos miran, miran más dulcemente
que dos estrellas blancas en cielos vespertinos”.

Y tú te sonreirías sin vanidad ninguna;
después en nuestro rancho se entraría la luna
y ladraría al vernos, el perro blanco y fiel…

Como el café maduro fuera tu boca, mía,
y en el rancho con luna, mi boca bebería
en la flor de tus labios, un “te quiero” de miel.

Alfredo Espino.

AL ENTREABRIRSE LA FLOR DE COYOL

[Poema Completo]

Siento una vaga ternura infantil
cuando al frescor de las húmedas huertas
sus indecibles plegarias inciertas
lloran las dulces cigarras de abril.

Trémulos llantos que el aura sutil
lleva en sus alas, igual que a hojas muertas
hacia las blandas llanuras, abiertas
bajo los cielos de rosa y de añil…

¡Oh!, las cantoras del riente bohío,
que con sus ternezas aduermen al río
al entreabrirse la flor del coyol…

Y en sus cantares suspiran y lloran
entre los claros boscajes que doran
las melancólicas puestas de sol…

Alfredo Espino.

EL RETORNO

[Poema Completo]

Soporosa es la tarde. Junto al estrecho aprisco
sestean los ganados. La vaca, zahareña,
muge tranquilamente, mientras sopla la peña,
la agridulce nariz del buen ternero arisco…

Colúmbrase, entre zarzas, el caldeado risco
tras el que da el amate su nota lugareña.
Un ponentino sol, indeciso diseña
sobre el nácar del cielo, su ensangrentado disco.

En el largo camino polvoroso y solitario
se esparce largamente la voz del campanario,
y el murmullo del bosque y el rebramar del toro.

Y al nativo regazo de las silvestres chozas
retornan de la fuente las insinuantes mozas
desgranando en el aire sus cantilenas de oro.

Alfredo Espino.

ROPA BLANCA

[Poema Completo]

En el umbral del rancho está María;
las sombras de sus ojos son rivales
de esas sombras que dan los cafetales
cuando se empieza a adormecer el día…

Es muchacha que sueña y desvaría,
si se le habla del mozo de los chales,
y desgrana el maíz en delantales
y aroma con amor la cercanía…

Cuando en el río tiende ropa blanca
—junto a la poza que la linfa estanca—
al amor de la luna del bohío,

finge la ropa blanca, desde lomas
vecinas, una banda de palomas
picoteando luceros en el río…

Alfredo Espino.

ARBOL DE FUEGO

[Poema Completo]

Son tan vivos los rubores
de tus flores, raro amigo,
que yo a tus flores les digo:
“Corazones hechos flores”.

Y a pensar a veces llego:
Si este árbol labios se hiciera…
¡ah, cuánto beso naciera
de tantos labios de fuego…!

Amigo: qué lindos trajes
te ha regalado el Señor;
te prefirió con su amor
vistiendo de celajes…

Qué bueno el cielo contigo,
árbol de la tierra mía…
Con el alma te bendigo,
porque me das tu poesía…

Bajo un jardín de celajes,
al verte estuve creyendo
que ya el sol se estaba hundiendo
adentro de tus ramajes.

Alfredo Espino.

A UN VOLCAN DE MI TIERRUCA

[Poema Completo]

Sobre tu cumbre miro iluminados los últimos rubores del poniente, como si hicieras repentinamente una erupción de pétalos rosados…

Eres jarrón azul que tienes por tapete la llanura en que reposas; la mano del Señor te ha dado rosas en las que en vez de aromas hay fulgor…

Siempre vives fingiendo a mis delirios, mientras pasan las horas silenciosas, si hay celajes, un búcaro de rosas, y si hay estrellas, un jarrón de lirios…

Mas, cuando el fuego de tu entraña expeles, y deshojas lumínicos botones, y saltan de tu boca a borbotones, cien ríos de fantásticos claveles, entonces finge tu belleza suma, no un jarrón sosteniendo una corola, sino una trágica e inmensa ola que se corona de sangrienta espuma…

Pero así no me alegras, porque me asalta la visión umbría de tu lava que campos vestiría con un vasto jardín de flores negras…

Así te quiero: la paz, con infinitas estrellas sobre ti, dando a mi mente la ilusión de que has hecho de repente, una blanca erupción de margaritas…

Alfredo Espino.

MADRUGADA

[Poema Completo]

Amaneciendo.., lejos aletea
el gallo melancólico… Una franja
de suave rosicler y de naranja
se inicia sobre el cerro de la aldea…

En las turgentes lomas cabecea
la grácil arboleda de la granja
y en la senda, al saltar de piedra en zanja
la hacendosa carreta bambolea…

El campo se despierta. ¡Cómo brinca
la alegría en los patios de la finca,
entre una algarabía de terneros!

Todo bajo la luz de los paisajes,
cuando van despertando los boscajes
con su alegre clarín los clarineros…

Alfredo Espino.

LA CRUZ

[Poema Completo]

Las gentes lo vieron callado y sombrío…
Camino del río las gentes lo vieron…
Más tarde unas manos cristianas pusieron
una cruz de cedro muy cerca del río…

Era el corralero que fue en busca de ella,
y cerca del río se halló a su rival,
y como los dos la querían igual,
vino la querella…

Pobre Juan Antonio… Pobre la abuelita…
Ahora, en el rancho, no hay nadie que aguarde:
la santa abuelita se fue con la tarde…
Eran sus consejos como agua bendita…

Hoy —por el camino desolado y ancho—,
pasan en silencio las horas de invierno…
Y ronda la noche, con su duelo eterno,
como un perro negro, delante del rancho…

Alfredo Espino.

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Valentina Zoe